Mis Crónicas Vampíricas. Fascículo 8º.
Por fin, cuatro noches después de mi gran pelea, cuando ya me encontraba en forma para recibir otra paliza, pusimos en marcha nuestro plan.
Alicia había conseguido unos planos del gimnasio, así que mientras ella y Tatyana entraban por la puerta principal, fingiendo asistir a una cita con dos de los hermanos, ya que al otro no le gustaban, las chicas, es más, tenía unos gustos un tanto rarillos; yo entraría por las alcantarillas, que tenían un salida en los lavabos del gimnasio. Para así intentar sorprenderles por la espalda.
Por desgracia para nosotros, habían sido informados por Arthur, de que Alicia era la hermana de mi esposa. Así, que cuando ellas llegaron a su supuesta cita, mataron a Alicia( cortándole la cabeza con una de las espadas que tenían en el gimnasio.), y utilizaron a Tatyana como rehén para hacerme salir.
Fue una noche muy larga, después de entregarme me ataron a una silla con unas cadenas, y cuando estaban seguros de que no me podría desatar, noquearon a Alicia y se dedicaron a darme una soberana paliza. Por desgracia para ellos y por suerte para mí, estábamos mejor preparados de lo que creían, y cuando Tatyana despertó, cogió su bolso y el de su hermana, sin que nuestros tres captores se dieran cuenta, ya que estaban demasiado ocupados, haciéndome la cirugía “antiestética”. Aprovechando el descuido de los tres matones sin cerebro, sacó de ambos bolsos, un par de linternas de rayos ultravioletas, y las enfocó hacia las cabezas de los tres hermanos, los cuales salieron corriendo hacia su oficina, en un vano intento de escapar de nosotros. Tatyana consiguió desatarme, no sin esfuerzo y acto seguido fuimos tras ellos, pero cuando entramos en su oficina nos llevamos una sorpresa de lo más agradable, allí apuntando hacia esos tres elementos, con una linterna como las nuestras, estaba Oswaldo.
- ¿qué haces aquí?.- le pregunté.
- Os he seguido, pensé que a lo mejor os podría ser útil.
- Gracias, por venir. Ahora acabemos con estos desgraciados.
Pero al oír salir de boca de Tatyana estas palabras de odio y dolor, los tres hermanos se rindieron y rogaron por que les perdonásemos la vida.
Tanto Tatyana como yo, deseábamos matarlos haciéndoles sufrir todo lo posible, ella por la muerte de su hermana, y yo por amenazar la vida de mi esposa, y por la paliza que me habían dado. Pero después de discutir largo y tendido, Oswaldo consiguió convencernos de que era mejor llevarlos con la primogenitura, que ya les habíamos hecho sufrir bastante con las linternas. Así que los atamos, con las cadenas que habían usado para atarme y pegarme a mí, y los amordazamos. Una vez hecho esto, se nos presentaba un pequeño problema de espacio, ya que en el mini no había sitio suficiente para que entráramos todos. Tras buscar un medio de transporte, más indicado para el transporte de ganado porcino, que el mini, llegamos a la conclusión de que lo mejor era utilizar la furgoneta del gimnasio, ya que en ella podríamos viajar más cómodamente, y mientras Oswaldo conducía yo iría vigilándolos, y de paso me entretendría un poco jugando con nuestros cautivos y las linternas. Mientras que Tatyana nos seguiría en el mini, llevando en él el cuerpo sin cabeza y sin vida de su hermana. Una vez estábamos todos en nuestros respectivos lugares en cada uno de los vehículos, pusimos rumbo al Elíseo. Una vez hubimos llegado, nos dirigimos al aparcamiento, yo me bajé de la furgoneta, subí las escaleras, que llevaban al salón del Elíseo y cuando entré, me dirigí al ascensor que me llevaría a ver a la primogenitura. Mientras esperaba a que el ascensor bajase, pude sentir como me miraban todos los que allí estaban y pude oír perfectamente lo que decían sobre mí, solo que hice como si no hubiese oído nada.
- Vaya paliza le han dado, ¿quién sería?.
- Vete a saber, pero por lo que tengo entendido, seguro que se lo tiene merecido, ese es el que diabolizó a su sire. A todo esto, ¿cómo es que todavía no lo han matado?.
- Creo, que la Tzimisce a la que mató era una espía del Sabbat, y que a petición de la primogenitura está cazando a sus chiquillos. Para así demostrar que se puede confiar en él.
- Si hasta va a resultar que le vamos a tener que estar agradecidos. De todas formas no se puede confiar en alguien que ha diabolizado a su sire.
- Al parecer no era su sire, he oído, que a su verdadera sire la mato, la que él diabolizó, y después se hizo pasar por ella.
- ¿sí?, pues entonces me alegro de que la matara.
- Tienes razón, se lo tenía merecido, pero aún así sigue siendo un diabolista, va a costarnos bastante confiar en él.
- Mirad. Ya sube al ascensor, debe de ir a hablar con el príncipe.
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